Convento de los Jacobinos de Toulouse

Pronto el lugar resultó insuficiente y se trasladaron a otro lugar. En 1230 el obispo Foulques ponía la primera piedra de la iglesia conventual, que se pudo inaugurar en 1234. Por otra parte, en 1216 se había aprobado oficialmente la orden dominica y desde la casa de Toulouse partieron frailes a fundar nuevos establecimientos por todas partes. Aquella primera iglesia era más corta que la actual y era necesaria su ampliación, por eso, entre los años 1245 y 1252, se llevaron a cabo las obras pertinentes para su ampliación que, básicamente, comprendía la construcción de una cabecera de grandes dimensiones, resultando una iglesia de dos naves separadas por una fila de siete columnas.

Poco después llegarían los restos mortales de santo Tomás de Aquino, fallecido en 1274, que fueron cedidas el 1368 a los dominicos y trasladadas a este convento, donde se veneraron hasta la Revolución. El 1791, cuando el convento fue clausurado, como precaución, los restos de santo Tomás fueron trasladadas a Saint-Sernin y no regresarían a los Jacobinos hasta el 1974. El 1810 el lugar se destinó a cuartel de caballería y se modificaron sustancialmente los edificios. El año 1841 fue clasificado como monumento histórico, pero los militares no lo dejaron hasta el 1865. El grueso de las restauraciones no empezó hasta el siglo XX.