Monasterio de la Mare de Déu de la Serra

La relación con este monasterio la explica una leyenda según la cual, Eudoxia desembarcó en Salou con el fin de viajar hasta Zaragoza. A su paso por Montblanc, el carruaje donde llevaba una imagen de la Virgen se detuvo y, a pesar de los esfuerzos, no fue posible moverlo. Llegadas las autoridades, el carro salió adelante sin esfuerzo y subió a una colina donde se encontraba una ermita, lo que demostró la voluntad de la Virgen de quedarse en Montblanc. Más allá del relato anterior, en el lugar de la Serra había una cruz (la Creu Verda) que ya a finales del siglo XIII era objeto de devoción debido a los episodios milagrosos que se le atribuían. Todo ello hacía que el lugar fuera un buen emplazamiento para establecer un monasterio.

A mediados del siglo XV la Serra fue asaltado y la comunidad se dispersó, una vez pasado este contratiempo la casa se refundó (en 1463) reencontrando de nuevo la prosperidad. En 1594 acogió unas monjas de Santa Elisabet de Barcelona. Esta época de esplendor se prolongó durante los siglos XVII y XVIII, época en que se llevaron a cabo profundas reformas en el establecimiento, como el camarín y los esgrafiados de la fachada. Pero con el siglo XIX llegaron una larga serie de infortunios: La guerra de la Independencia conllevó el abandono del convento (1810) y el desplazamiento de la imagen de la Virgen a Santa Maria de Montblanc. En 1811 el lugar se utilizó como cuartel de las tropas francesas. En 1813 regresaron las monjas, aunque no se pudieron instalar hasta que el lugar se restauró, en 1815. El año siguiente les fue devuelta la imagen.

Del convento hay que destacar la iglesia, gótica en líneas generales pero muy modificada. La capilla del Sant Sepulcre es del 1528 y originariamente guardaba el grupo del Santo entierro, que se perdió en 1823, ahora hay un yacente de Cristo de 1950. La capilla mayor es también moderna, con pinturas murales de Ismael Balanyà (1956). En el camarín se conserva la imagen de la Virgen, que se cree que fue la que trajo la princesa Láscaris, que en 1826 y 1835 sufrió desperfectos y que fue restaurada en 1841 y aún en épocas posteriores. En la iglesia también se conserva la Creu Verda, del siglo XIII.