Monasterio de Sant Maties de Barcelona

El beaterio (beguinas)

Por este lugar pasaba una importante vía de comunicación, activa ya en época romana y que comunicaba la ciudad con el Llobregat y Tarragona, en dirección a poniente. El espacio era el idóneo para establecer este tipo de centros de asistencia, especialmente los leprosos, de ahí el nombre de mesells (leprosos) o la advocación a san Lázaro que tomó la capilla de uno de los hospitales. Está documentada la existencia de una comunidad de mujeres vinculada con el hospital de Santa Margarida, sobre todo a partir de la llegada de Brígida Terrera (o Terrés). En 1426, esta recibió un legado familiar consistente en una suma de dinero y una renta anual, lo que le permitía mantener las pocas mujeres que, con ella, participaban en la atención de los enfermos.

Tras la muerte de Sança (c1401) otras mujeres se ocuparon de la casa, una comunidad muy reducida y no reglada que se menciona con el nombre de beatas, beguinas o recluidas. Brígida Terrera habría llegado al beguinaje hacia el 1418 y durante su época este creció en el número de miembros (conocidas popularmente como las terreras), entre las cuales su madre, viuda. La muerte de Brígida, en 1471, no ayudó a la deteriorada situación económica de la casa, falta de ingresos suficientes para el propio sustento ni tampoco para la labor asistencial, esta situación seguramente llevó a plantear su regularización como casa monástica, algo que hasta ese momento no había hecho. Las beguinas, o las autoridades eclesiásticas, eligieron la orden de San Jerónimo y su Regla de San Agustín.

Durante el siglo XVII se llevaron a cabo diversas obras de mejora del monasterio, que con el paso del tiempo había quedado afectado en sus estructuras y algunas dependencias amenazaban ruina. En 1654 se trasladaron los restos de Brígida Terrera desde la antigua casa de Santa Margarida a Sant Maties. San José Oriol (1650-1702) mantuvo una especial relación con este monasterio, donde había profesado una prima suya. Otra monja del monasterio, Ignàsia de Masdeu, protagonizó uno de los milagros atribuidos al santo y que permitieron su beatificación. La casa sufrió los efectos de la guerra de Sucesión, con exclaustraciones temporales y dejándola en decadencia material. Después de una cierta recuperación que permitió efectuar algunas obras de restauración, la guerra de la Independencia reprodujo la dispersión de las monjas y nuevos destrozos.

La comunidad regresó en 1845, recuperando el monasterio pero manteniendo las funciones parroquiales y la advocación de la Mare de Déu del Carme. El golpe definitivo a esta casa llegó en 1909, durante la Semana Trágica fue asaltado y saqueado dejándolo en ruinas y perdiendo también todos los bienes muebles, altares, imágenes, archivo... Debido a su estado, la comunidad no pudo regresar jamás y tampoco pudieron hacer uso de los terrenos que en buena parte habían pasado a manos de obispado que construyó allí una nueva iglesia parroquial, inaugurada en 1913.

En 1913 se consagraba la capilla de un nuevo monasterio en la calle Iradier, en Sarrià, y en 1927 la nueva iglesia monástica. La actividad volvió a quedar interrumpida en 1936 cuando las monjas se vieron obligadas una vez más a huir y dispersarse hasta que en 1939 se pudieron reunir allí de nuevo. En 1971, el mal estado de los edificios y las dificultades económicas para adaptarlo a las nuevas normas conciliares, hicieron pensar en un nuevo desplazamiento y trasladarse a Bellesguard, en la falda del Tibidabo. El arquitecto Jordi Bonet se encargó de la construcción del nuevo monasterio, obra que comenzó en 1978 y que fue inaugurada en 1980. Actualmente la comunidad jerónima aún reside ahí.