Convento de Santa Caterina de Barcelona

El lugar donde se estableció la primera comunidad fue el call (judería) donde ocuparon unas casas, mientras que para las ceremonias religiosas se servían de la cercana iglesia de Sant Jaume, ahora desaparecida, que estaba situada en la plaza de este nombre. Una bula de 1221 del papa Honorio III pedía al obispo Berenguer que cuidara de los predicadores llegados a la ciudad. Pronto aquel primer establecimiento se hizo pequeño y se encontraron en la necesidad de disponer de un espacio más amplio, en 1223 se les cedió unas casas y espacio suficiente para levantar un nuevo convento en un lugar situado fuera de la muralla, más allá de la catedral. En el lugar elegido existía una capilla de advocación incierta, tal vez la de Sant Salvador, de la que se han encontrado restos importantes en las excavaciones.

Durante el asedio de 1714 el lugar fue víctima de un bombardeo, pero los efectos destructivos sobre el conjunto llegaron con el siglo XIX. Entre el 1820 y 1823 la comunidad fue expulsada del convento y se derribaron algunas dependencias, como la biblioteca y el segundo claustro, para alargar la calle de Freixures, la iglesia se convirtió parroquial. En 1824, con el regreso de la comunidad, se rehabilitó y comenzó la construcción de nuevas dependencias. En 1835, con la desamortización, el lugar se incendió y fue abandonado por los frailes. A pesar del relativo buen estado de conservación, a principios de 1837 se derribó con el objetivo de modernizar la ciudad, en su lugar se levantó el mercado de Santa Caterina (1845) que aún ahora ocupa el espacio. Después de años de trabajo e investigación arqueológica en el subsuelo, el nuevo mercado fue inaugurado en 2005.