El convento de los franciscanos se edificó extramuros de la ciudad de Tortosa, cerca del portal que tomaría el nombre de Sant Francesc (también conocido como de San Juan del Camp). Se desconoce la fecha del establecimiento de esta orden, pero debe situarse en la primera mitad del siglo XIII, antes de 1248; también se ha considerado que se podría fijar poco después de 1238.
El convento recibió protección real; la reina María de Chipre, esposa de Jaime el Justo, manifestó su voluntad de ser enterrada en este lugar, pero finalmente su sepulcro se dispuso en el convento de Barcelona. En el siglo XIV se levantó el grueso de la casa conventual que vendría a sustituir a las primeras construcciones hechas por los frailes menores. Los franciscanos de esta casa participaron en la fundación del convento de Jesús y en 1567 la comunidad se integró en este último, que desde 1524 se había convertido en recoleto. En 1570 el primer convento de Sant Francesc fue cedido a los dominicos, que respetaron su nombre y efectuaron obras de mejora. A principios del siglo XVIII se derribó para fortificar el portal de la muralla, debido a la guerra de Sucesión.
En 1714 se construyó de nuevo en el interior del recinto amurallado, en la calle de la Palla, donde ahora arranca el puente del Estado, lugar donde perdurará hasta la exclaustración (1835). Aunque la iglesia se mantuvo, el convento fue vendido y su solar ocupado por nuevos edificios. La construcción del puente al mismo lado de la iglesia, lo afectó; Barraquer en “Las casas de religiosos...” nos explica la situación: Hoy (1900) la iglesia del Rosario continúa por suerte abierta al culto, pero amenazada de muerte, porque construido sobre el Ebro es estos últimos años un hermosísimo y elevado puente de hierro, apoya éste su cabo oriental á unos cinco ó seis metros del templo, frente de su fachada y enfilándola; y así la rampa ó cuesta que desde el plan terreno subirá al puente tragará toda la iglesia y aun otros edificios. Entre 1910 y 1914 se reedificó al otro lado del río y todavía se remodeló después de los estragos de la guerra civil. Ahora es la parroquia del Roser y conserva la portada de la antigua construcción barroca.
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