Convento de Sant Francesc de Tàrrega

En 1322 el edificio estaba en construcción y Jaime II ordenó la cesión de los bienes de los afectados por la lepra a los franciscanos, destinando esos fondos a la construcción del convento a cambio de que los frailes tuvieran cuidado de los enfermos. Alfonso el Benigno autorizó a los franciscanos el uso de las aguas de la acequia condal que pasaba cerca del monasterio.

En 1340 Pedro el Ceremonioso ordenó la construcción de un puente sobre el río Ondara que separaba el convento del núcleo de la villa. A pesar del apoyo que recibió esta casa, no se pudo evitar que en el siglo XVI la iglesia estuviera en peligro de ruina, Felipe II autorizó en 1566 la recogida de fondos para su reconstrucción. Aquella obra no se habría llevado nunca a cabo. Todo apunta a que en 1567, cuando los conventos de los frailes menores conventuales fueron puestos a disposición de los observantes, esta casa habría quedado abandonada, sin que llegaran a entrar estos últimos. Tras una etapa en que se establecieron de manera efímera los dominicos y los carmelitas descalzos, a partir de 1599 el convento pasó a ser ocupado por los agustinos.