Monasterio de Santa María de La Vid

Curiosamente, estas dos fundaciones se relacionan con el condado de Urgell, que también tuvo una influencia decisiva en el establecimiento de la casa de Bellpuig de les Avellanes (Noguera), fundada poco después. Se conoce también una leyenda, según la cual, el rey Alfonso VII de León y Castilla encontró de forma milagrosa una imagen de la Virgen, que fue trasladada al monasterio. Aquel establecimiento primitivo (conocido como Monte Sacro) se encontraba algo alejado del lugar actual, en La Vid, este último empezó a levantarse gracias a la protección que recibió de los reyes castellanos, en forma de privilegios y tierras, que convirtió el cenobio en un centro de poder tanto material como religioso. Tuvo dependencia directa de Roma, lo que dio pie a litigios con el obispado de Osma.

A principios del siglo XV, la mala gestión de los abades supuso la pérdida de bienes, lo que hizo que interviniera la Santa Sede para reconducir la situación. En este sentido, también intervino el cardenal Íñigo López de Mendoza, personaje poderoso, influyente y abad comendatario de La Vid desde 1516. Éste llevó a cabo importantes obras con el fin de hacer un panteón familiar, estas obras cambiaron completamente la fisonomía del monasterio (claustros e iglesia nuevos...) además de enriquecerlo con notables obras de arte. Tras sufrir los efectos de la guerra de la Independencia y una exclaustración temporal durante el Trienio Liberal, el fin de la vida premonstratense llegó con la desamortización de 1835, perdiéndose buena parte de su patrimonio debido al abandono que siguió. En 1865 el lugar pasó a estar ocupado por una comunidad agustina, que mantiene la actividad monástica en este lugar.