Canónica de la Catedral de Tortosa

Inicialmente, se utilizaría la misma mezquita y las construcciones anexas para la comunidad canonical, en 1156 el papa Adriano IV intervino a favor del obispo y los canónigos e influenció al conde Ramon Berenguer IV para que interviniera en la obra de la nueva catedral que empezó a construirse en 1158 sobre lo que había sido la mezquita mayor, y que sería consagrada en 1178. En esta época la sede tortosina recibió importantes donaciones económicas por parte de los condes de Barcelona además de otras personalidades. En 1307 se establecieron unas nuevas regulaciones que afectaban a la observancia de las costumbres por parte de la comunidad de canónigos, imponiendo normas más estrictas en cuanto al comportamiento y reafirmando la vida comunitaria, con la obligación de dormir en la comunidad, comer en el refectorio y la limitación de las salidas de las dependencias canonicales.

La construcción de esta iglesia todavía se alargaría temporalmente, en el siglo XVI se construyeron otros dos tramos de la nave siguiendo el modelo anterior. En 1593 se consagró la obra, pero no terminó hasta el siglo XVIII, con los últimos tramos de las naves, la fachada barroca y la capilla de la Cinta, también de esta época. Esta canónica mantuvo una considerable vitalidad, durante el siglo dieciséis se fueron suavizando las normas de la comunidad y los canónigos ya no se veían obligados a la estricta vida comunitaria, en 1529 se liberaría de la obligación de dormir en comunidad. En la época de la secularización general de los canónigos agustinianos, los de Tortosa instaron su secularización, en 1599 y en otras ocasiones, pero no la obtuvieron de manera definitiva hasta 1772. A pesar de ello, hasta el fin del siglo XVIII guardaron las viejas prácticas de noviciado y profesión de tipo monástico y tenían a san Agustín como patrón.